Hélices

lunes, 21 de marzo de 2011

Rutina.



Hoy he vuelto a soñar contigo.

El sueño volvía a terminar mal.




Black Dos

lunes, 7 de marzo de 2011

La fruteria de la calle Serrano.


Realmente era divertido, cualquier persona pensaría que estaba loco, que se le había ido la cabeza por completo, pero todo tenía sentido, todo.

Desde pequeño se había criado en la frutería de sus abuelos, pasaba un día tras otro rodeado de frutas, había aprendido a conocerlas, a saborearlas, a disfrutar de ellas. Cada fruta tenía su virtud, pero esta iba acompañada de su defecto.

Y como todo el mundo sabe, hay frutas que se parecen más que otras, las naranjas y las mandarinas suelen ir de la mano, sin embargo, los Kiwis y las sandias tienen un sabor muy distinto.

No se puede decir que tuviera una fruta favorita, no obstante, tenía sus preferencias.

-Buenos días muchacho-

-Buenos días Don Fernando, usted tan puntual como todos los sábados, las ocho y trece, ni un minuto más ni un minuto menos- dije mientras comprobaba la hora del reloj que colgaba encima de las naranjas.

-Hay que organizarse muchacho, hay que organizarse el tiempo, que no falta, ni mucho menos.-

-Ya sabes que yo soy de vivir el momento Don Fernando- dije mientras sonreía y me giraba en busca de una bolsa para servirle.

-Quien tuviera tu edad para vivirlo muchacho, quien la tuviera. Pero con mi edad no se puede vivir el momento, son demasiadas responsabilidades, y a uno le empieza a doler la espalda, ya puede ponerse usted a hacer ejercicio si no quiere acabar como yo, que digo como yo, mucho peor yo a tu edad buenos músculos que tenia, todas las mozas detrás mía que iban. Y venga muchacho, que el tiempo vuela y a las nueve tengo que volver a casa que la señora esta en cama.

Solté una pequeña carcajada, que gran hombre Don Fernando, que gran hombre. – ¿En cama está? Dígale de mi parte que se mejore.- Le decía mientras le ponía sus dos kilos de manzanas. Era sábado, y Don Fernando todos los sábados quería manzanas.

-Si muchacho, en cama esta, no se preocupe que yo se lo diré de su parte.

-Aquí tiene Don Fernando, las más frescas. Le puse también unas cuantas cerezas que me consta que a Doña Juana le gustan.

-Gracias muchacho, aquí tienes.- Dijo mientras me entregaba el dinero. –Que pase usted un buen día.- Y salió de la tienda con sus bolsas en la mano derecha.

-Buen día.- Sonreí.

Me acerque a las manzanas, y las observé en busca de una madura. La encontré enseguida y la mordí, nada mejor que empezar un día comiendo manzanas.

Charlie