Hélices

sábado, 24 de diciembre de 2011

Analgésicos torpes.

Cada vez que tragaba mi garganta se quejaba y la sensación de desgarramiento volvía a recorrer mi boca, decidí no hacerlo, dejar que mi boca se secara, que mis labios se agrietaran y que las ganas de sed se hicieran presentes. Y conforme la sed aumentaba, mi propio sistema nervioso me tentaba, y ansiaba coger la botella de agua de la segunda repisa del frigorífico y dejarla vacía, de un trago, no obstante no lo hacía, pues en el fondo sabía que solo me haría más daño.



Solo me limitaba a humedecer mis labios con un trapo mojado en agua fría, que aunque aliviaba, también multiplicaba las ganas de ir a la cocina y coger ya no solo la botella de agua de la segunda repisa de la nevera, sino también la jarra de leche del estante de arriba e incluso el zumo de naranja agrio que llevaba allí desde la noche anterior.


Pero aún así hacia lo correcto, seguía quieto, debía esperar un rato a que el medicamento hiciera efecto.





Charlie.