Hélices

domingo, 11 de marzo de 2012

El termómetro de la felicidad.



Mi lista de placeres había crecido considerablemente en los últimos meses. Hacía ya más de dos años que me había decidido a enumerar todas las cosas que me hacían emitir una sonrisa. Al principio no había más de veinte cosas apuntadas en ella pero cuando quise darme cuenta a la libreta verde solo le quedaban un par de hojas en blanco.

Todas las noches antes de acostarme pasaba una media hora delante del cuaderno haciendo balance de los placeres que había experimentado en el día, si el placer ya lo había sentido antes añadía un palito al lado de este, si por el contrario el placer era nuevo lo añadía a la lista.

A cada placer le asignaba un grado del 1 al 10 según lo intenso que fuese. Los placeres con el grado 10 eran aquellos que me alegraban, que me hacían sentir bien, los pequeños placeres de la vida como comer un helado de limón en una tarde de verano, o sentir el frescor de la almohada al darle la vuelta. A partir del grado 7 los placeres iban siendo más fuertes, un grado 6 conseguía ponerme el bello de punta de la emoción, la sensación de adrenalina provocada en una montaña rusa o dar vueltas debajo de una tormenta  están dentro de esta categoría.

Los placeres por debajo del grado 5 ya son grandes placeres. Los desayunos en la orilla de la playa, las acampadas en el campo, las películas de miedo en las tardes de invierno, las noches de barbacoa, los viajes en barco y  todo ello con buena compañía.

Los placeres del grado 3 y 2 son los que se recuerdan, los que hacen el día especial, los que te provocan ganas de gritar, saltar y expresar la alegría, también son los menos frecuentes y por consiguiente los que menos palitos tienen en mi lista; el momento en el que te das cuenta de que puedes contar con ciertas personas para siempre, volver a ver a la gente que más te importa después de mucho tiempo, aquellos abrazos que se necesitan más que el propio aire, desahogarse, llorar y ser consolado por quien mejor te puede consolar en ese momento, las locuras más dulces, la familia, el amor, la amistad. Se puede decir que todos estos entran en la jerarquía 3 y 2.

Y por último están los placeres del grado 1, estos son tan intensos que nunca se llega a saber si se han experimentado. Son la propia felicidad, los indescriptibles, aquellos que según yo son tan difíciles de conseguir como llegar a ser una hélice. De momento solo hay dos en mi lista, y uno de ellos está entre paréntesis. 


Charlie